Los hallazgos permiten evaluar la transmisividad de los glaciares y cómo el cambio climático afecta la gruesa capa de hielo de Groenlandia.
Un comunicado de la universidad estadounidense de Princeton publicado el viernes indica que el flujo de aguas que circula por debajo de la capa de hielo de Groenlandia se refleja en su superficie.
Cada año, lagos de agua líquida se forman sobre los glaciares que cubren la enorme isla. Luego, desaparecen al drenarse a través de grietas en el hielo cuyo grosor puede superar los 800 metros. Su agua llena grandes cavidades entre el hielo y el lecho rocoso.
Para entender cómo esta dinámica se manifiesta en la superficie de los glaciares, los investigadores combinaron las observaciones de campo con modelos matemáticos y experimentos en laboratorio. Determinaron que el movimiento interno del agua hace que el hielo ascienda, posibilitando observaciones indirectas sobre el proceso.
Los hallazgos permiten evaluar la transmisividad de los glaciares, es decir, la eficiencia de las redes de agua interiores. Asimismo, según la opinión de Ching-Yao Lai, quien encabezó el equipo, podrían mostrar cómo el cambio climático afecta la gruesa capa de hielo de Groenlandia.
“Sabemos que a medida que el clima se caliente en el futuro, la zona de deshielo de la superficie puede expandirse y migrar a elevaciones más altas que las observadas actualmente. Sin embargo, una gran pregunta que queda por responder es cuánto puede aumentar la transmisividad tierra adentro”, indicó.
“Un impacto potencial es que el vínculo entre el derretimiento de la superficie y el desarrollo de la red de agua subglacial podría activarse no solo en elevaciones más bajas, como se observa actualmente, sino también en elevaciones más altas”, agregó el científico. Al mismo tiempo, señaló que “se necesitarían más observaciones de los cambios estacionales de la transmisividad subglacial en respuesta al derretimiento de la superficie para comprender realmente qué sucederá cuando el derretimiento migre a regiones de mayor elevación”.
El estudio de Lai y sus colegas fue publicado recientemente en la revista Nature Communications.